Hraban echó una última ojeada a su cota de malla, procurando que estuviera en excelente estado, además de un vistazo de última hora al filo de su hacha pesada, sujeta a su grueso cinturón de cuero negro.
-¿Que significan los cuernos? -preguntó Durgan, el pelirrojo guerrero Vanir que le había acompañado los últimos meses, mientras acercaba su mano al mango de su ancha espada nordheimer, decorada con dragones y espirales- ¿Peligro?
Hraban soltó el barboquejo de su casco, mientras tranquilizaba a su caballo. Aguzó la vista y pronto distinguió, entre la humedad vaporosa, una columna de jinetes con antorchas.
-No, es solo mi señor padre que viene a recibirnos a través de la puerta de los Cráneos.- respondió Hraban mientras un escalofrío le recorría la espalda. Se arrebujó en la capa de piel de alce, confiando en que bastara para mantener a raya el gélido ambiente que siempre parecía rodear a su progenitor.
Un alto jinete, en un caballo bayo que expulsaba su caliente aire por los ijares, con símbolos arcanos pintados en blanco y negro se adelantó de entre el cortejo. La figura, embozada en una capa con capucha, de gruesa y basta lana cerrada con un broche de bronce alzó su mano derecha, en un gesto que desprendía majestad y autoridad. Su rostro apenas era visible, pero unos mechones de sedoso y largo cabello negro moteado de gris caían.
-Te saludo, Hraban el del cabello de cuervo, hijo mío. Has regresado al lejano norte ¿acaso no te placíán las delicadas comidas y frágiles mujeres del sur?- El sarcasmo se notaba, espeso, en cada una de las palabras sabiamente elegidas.
-No padre...
-¿Y dónde están los esclavos que prometiste para enaltecer nuestra casa? Supongo que no será ese que te acompaña, con un pelo tan ridículo, uno de ellos ¿no?- Un coro de risitas crueles, como el de lobos al acecho, se alzó de entre los guardaespaldas de su padre. Antes de que Hraban pudiera responder, o traducírselo a Durgan, su padre dio la vuelta a su corcel. -Vámonos, tu madre y tu hermana quieren hablar contigo.
Hraban tiritó fuertemente, temiendo lo que su madre y su hermana quisieran decirle. Notó una mano en su espalda.
-Hraban, amigo mío ¿Qué ocurre? ¿No estás feliz de ver a tu madre?- Inquirió Durgan.
-Tú no lo entiendes. Mi madre y mi hermana son... son brujas de Hiperbórea.- Fue la débil respuesta del poderoso Hraban, asesino de héroes y ejecutor de monstruos.
Vuelta al Hogar, escrita por "Phobos".
¿Os ha gustado la segunda Leyenda de Hyboria? Nos ha llevado al lejano norte, a las puertas de Hyperbórea ¡Por Crom!¡Gracias Phobos por tu aporte!
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Si llegamos a 12 relatos enviados por los lectores sortearemos entre los participantes el juego de cartas de "Conan" de la editorial EDGE. ¡Escribid, malditos civilizados!